
No me acuerdo muy bien
cuántos besos dejamos en cada esquina,
pero imposible olvidarme
de aquel cuarto donde aquella noche subió... la adrenalina.
Y se juntaron Rosario y la Capital,
se juntaron dos almas en una sola
se juntaron Sabina y Piazzolla,
se juntó una religión que era puro corazón
con otra que nunca existió,
para tanto fuego, tanta acción,
tanto descontrol.
Elegimos el colchón más chico
y pareció de dos plazas,
cuando el colchón terminó bienvenido fue el piso
del comedor de su casa.
A cada beso caía una estrella,
cada arañazo calmaba el dolor,
cuando me acuerdo de ella
levanto mi vaso y brindo
adonde quiera que estés
por nuestra canción.
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